También hay que limpiar la despensa emocional.

Nueva tarea

4/22/20252 min read

Nos cuidamos de lo que comemos.

Leemos etiquetas, evitamos los ultraprocesados, revisamos qué ingredientes ponemos en nuestro cuerpo.

Limpiamos la despensa de vez en cuando, sacamos lo que ya no sirve, lo que caducó, lo que no nos hace bien.

Porque sabemos que lo que consumimos influye en cómo nos sentimos, en nuestra vibra, en nuestra salud.

Pero… ¿y con las personas?

¿Con qué frecuencia revisamos los vínculos?

¿Con qué valentía nos deshacemos de lo que ya no nos nutre emocionalmente?

En uno de los momentos más duros de mi vida, alguien a quien quería mucho y consideraba un ¨amigo¨, decidió apartarse.

Pensó mal de mí. Me juzgó. Tomó partido cuando no era necesario.

Y me dolió. No su ausencia física, sino su falta de presencia emocional.

Porque uno espera que los amigos se queden cuando la vida tiembla, que te abracen aunque no entiendan todo.

Que elijan la empatía antes que el juicio.

Pero no fue así.

Por un tiempo dudé de mí. Me pregunté si yo había fallado, si hice algo mal.

Y ahí apareció el yoga como siempre: primero en el cuerpo, luego en el alma.

El yama satya, la verdad, me recordó que solo desde la honestidad puedo vivir en paz.

Ser fiel a mí misma, a lo que sé que fue, a lo que yo sentí y viví, aunque otros elijan mirar desde su propia realidad.

Y el niyama svadhyaya, el autoestudio, me invitó a mirar hacia dentro, no con culpa, sino con amor.

A preguntarme qué elijo sostener y qué necesito soltar.

Porque incluso las relaciones más cercanas pueden volverse ultraprocesadas: con etiquetas que no entiendes, llenas de aditivos emocionales, apariencias, intereses, lealtades mal entendidas.

Hoy sé que desintoxicarse no es solo dejar lo que daña al cuerpo.

También es liberar lo que intoxica el alma.

Limpiar la despensa emocional.

Elegir con conciencia quién se queda en tu vida y quién ya no está alineado con tu camino.

Soltar no siempre es un acto de ruptura, puede seguir en tu vida, pero ya nunca de la misma forma. A veces es un acto de respeto profundo: hacia lo que fuiste, hacia lo que viviste, y sobre todo, hacia lo que eres ahora.

¨Como no pude darme cuenta que eras un viaje sin vuelta, la bruma en la carretera y yo aquí nublada por ti...¨

Paula Mattheus/ Viaje sin vuelta.