Cuando el dolor me apaga… y el silencio me enciende.
5/3/20253 min read


A veces siento que vivo en modo avión.
Mi mente se desconecta, como si estuviera fallando, y me pregunto si me estaré volviendo tonta.
Sí, tonta.
Las migrañas me arrastran a ese pensamiento, porque pensar duele cuando parece que tu cabeza va a estallar.
Y aunque intento no quedarme ahí, me cuesta… porque no es solo el dolor, es todo lo que se lleva por delante: palabras, visión, emociones, la cara que se adormece, el estómago en llamas… y luego, como un castigo final, el DOLOR.
Es como vivir en un episodio de Black Mirror, cuando yo solo quiero una vida sencilla, tranquila.
Una vida como esos vídeos de meditación en YouTube, donde no pasa nada y todo está en calma (por cierto, no sé para qué los añadimos si casi todos meditamos con los ojos cerrados).
Pero mi realidad es otra.
Y solo quien sufre migrañas puede entender esta especie de APAGÓN interno, este cortocircuito que llega sin avisar y lo cambia TODO.
Lo más duro no es solo el dolor, es lo que viene después: días de
niebla mental, agotamiento, frustración, no poder pensar con claridad…
Y claro, el humor también se resiente… y con él, quienes te rodean.
No lo entienden. ¿Y cómo van a entenderlo si ni siquiera tú lo haces?
Se apodera de ti, de tu vibra, de tu vida y de tu humor.
Sin embargo, entre tanta oscuridad, he encontrado algo.
Cuando el cuerpo me obliga a parar, solo me queda respirar.
Y en esa pausa forzada, meditar.
En el silencio, a veces, encuentro paz.
Tanta, que siento que bailo mi silencio…
como si mi alma recordara que, aunque no puedo hacer nada
de lo que amo, aún puedo SENTIR.
Y a veces, en medio de este bucle, me siento feliz.
Una felicidad serena, desnuda, que nace en medio
del dolor… y lo TRANSFORMA.
¿Quién va a salvarme a mí de mi cabeza?
Me quedo como sin presión y vuelo en otra dimensión.
Leiva (Electricidad / Álbum: Monstruos)


¿Quién va a salvarme a mí de mi cabeza?
Me quedo como sin presión y vuelo en otra dimensión.
Leiva (Electricidad / Álbum: Monstruos)
A veces siento que vivo en modo avión.
Mi mente se desconecta, como si estuviera fallando, y me pregunto si me estaré volviendo tonta.
Sí, tonta.
Las migrañas me arrastran a ese pensamiento, porque pensar duele cuando parece que tu cabeza va a estallar.
Y aunque intento no quedarme ahí, me cuesta… porque no es solo el dolor, es todo lo que se lleva por delante: palabras, visión, emociones, la cara que se adormece, el estómago en llamas… y luego, como un castigo final, el DOLOR.
Es como vivir en un episodio de Black Mirror, cuando yo solo quiero una vida sencilla, tranquila.
Una vida como esos vídeos de meditación en YouTube, donde no pasa nada y todo está en calma (por cierto, no sé para qué los añadimos si casi todos meditamos con los ojos cerrados).
Pero mi realidad es otra.
Y solo quien sufre migrañas puede entender esta especie de APAGÓN interno, este cortocircuito que llega sin avisar y lo cambia TODO.
Lo más duro no es solo el dolor, es lo que viene después: días de niebla mental, agotamiento, frustración, no poder pensar con claridad…
Y claro, el humor también se resiente… y con él, quienes te rodean.
No lo entienden. ¿Y cómo van a entenderlo si ni siquiera tú lo haces?
Se apodera de ti, de tu vibra, de tu vida y de tu humor.
Sin embargo, entre tanta oscuridad, he encontrado algo.
Cuando el cuerpo me obliga a parar, solo me queda respirar.
Y en esa pausa forzada, meditar.
En ese momento, a veces, encuentro paz.
Tanta, que siento que bailo mi silencio…
como si mi alma recordara que, aunque no puedo hacer nada de lo que amo, aún puedo SENTIR.
Y a veces, en medio de este bucle, me siento feliz.
Una felicidad serena, desnuda, que nace en medio del dolor… y lo TRANSFORMA.